La obsolescencia programada en los turismos

La obsolescencia programada en los turismos

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Hay muchas personas que opina que los turismos estaban mejor fabricados antes. En este informe lo examinamos y aportamos ciertos puntos de vista; ¿cuál es el tuyo? ¿Existe la obsolescencia programada en el automóvil?

La obsolescencia programada asimismo existe en el planeta del automóvil. En parte es algo razonable, si tomamos en cuenta que la seguridad y la tecnología avanzan velozmente, pero hay elementos que no tendrían por qué razón fallar con la continuidad que lo hacen.

Unos familiares adquirieron una lavadora fabricada en Alemania hace mucho más de 50 años. El mueble y la cuba no son de acero inoxidable en tanto que, en aquella temporada, era un bien escasísimo. Para resguardarlo del óxido, el acero se cubría con una cubierta de laca y se calentaba en un horno (desarrollo que se conoce como vitrificado). El efecto es tal y como si una suerte de cerámica recubriese el metal. El resultado es que tras prácticamente medio siglo, reluce y marcha como el primero de los días.

A pesar de que funcionaba con perfección, aquella primera lavadora terminó en la vivienda vieja del pueblo y fue sustituída por una precisamente peor, pero mucho más actualizada. Es una situación: nos cansamos de las cosas. Para muchos, así sucede porque nos condiciona la propaganda; para otros, es algo intrínseco a la naturaleza humana. Y en la actualidad, hasta las lavadoras de acero inoxidable se oxidan. ¿De qué manera es viable?

A esta altura no descubro nada nuevo si hablo del popular informe que se titula «Obtener, tirar, obtener«, que se adentra en el lote de la obsolescencia programada. En él se charla sobre la situacion sangrante de los cartuchos de tinta de impresora, que se bloquean más allá de no haberse fatigado el producto simplemente pues «se lo afirma» un chip que viene dentro. Esto, que semeja una exageración, pasa en el planeta del automóvil, como observaremos mucho más adelante.

Qué es la obsolescencia programada

Las líneas del W 123 eran clásicas ya en 1975, nada arriesgadas. Tal ver por ello resistan bien el paso de los años.

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Lo primero es comprender a qué hablamos con obsolescencia programada. Siendo exagerados, cada objeto tiene una obsolescencia programada, en tanto que  todo se diseña -y de este modo está reflejado en el pliego de condiciones de cada emprendimiento- con una vida útil estimada. Esa «longevidad» se calcula sabiendo tres cosas: la estabilidad de presupuesto, la función del producto y, ya hace unos cuantos décadas, su biodegradación (frente su encontronazo en el medioambiente como resto). Por poner un ejemplo: una caja de cambios está construída a fin de que su historia útil sea de 250.000 km. Se podría llevar a cabo una eterna, pero a un importe que nunca se podría vender a un especial.

No obstante, de lo que charlamos aquí es de elementos ciertos que se fabrican, deliberadamente, con una vida útil muy inferior a la que se podría conseguir sin un sobreprecio exagerado. En el ejemplo de la impresora, el cartucho de tinta cuesta lo mismo si se genera a fin de que dure 100 copias que si se diseña a fin de que lleve a cabo 100 copias y se bloquee al llegar a 80.

El sistema capitalista se apoya en el consumo. Si no hay consumo, no hay circulante (dinero que se desplaza) y la rueda deja de girar. Este modelo económico es la explicación idónea para la obsolescencia. Si yo fabrico una lámpara que no se funda, solo venderé una a cada individuo, no podré ofrecer empleo a trabajadores, mi compañía deberá cerrar al terminarse la demanda…

El inconveniente viene en el momento en que la vida útil de un bien es anormalmente corta para la función que se le piensa y, además de esto, es de esta manera de una forma deliberado. Esto pasa en el planeta del automóvil y el ejemplo mucho más claro es Cuba. Tras la revolución, se dejaron de importar turismos (por lo menos, de manera recurrente). El resultado es que los automóviles que quedan son los «haigas«* americanos de los años 50 y 60… que aún marchan. Si la revolución hubiera ocurrido ayer, en 30 años no habría ni un solo vehículo operativo en la isla. Un fácil sensor de situación de cigüeñal estropeado lo dejaría inutilizado irremisiblemente.

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Un caso de muestra visible de obsolescencia en los turismos

El caso de los frenos con control electrónico fue un caso claro de obsolescencia programada.

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Un caso de obsolescencia programada en la automoción lo protagonizó una marca muy conocida hace pocos años. Esta compañía desarrolló un sistema de frenos ultra-eficiente, gestionado por un módulo electrónico con la capacidad de repartir la capacidad de frenada precisa y de forma sin dependencia para cada rueda. Hasta aquí, una joya.

El «fallo» era que la unidad de mando se encontraba programada para bloquearse tras un número preciso de ciclos de frenado. Tras rebasar esa cantidad, todo podía marchar con perfección, pero no lo hacía mientras que no se cambiase el conjunto hidráulico terminado… con el módulo de mando incluido, claro.

Este caso de ejemplo es un caso visible de obsolescencia programada por la parte de los desarrolladores de vehículos, y no es el único.

Un turismo prácticamente indestructible

El Mercedes W123 es uno de los coches más robustos y fiables que se han fabricado.

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Sin atravesar el charco, disponemos un caso de muestra en Europa de de qué manera cambió el automóvil en el aspecto de la durabilidad. Si hablo del Argyll, ciertos afirmarán que hablamos de la lengua gaélica tradicional. Pero asimismo fue una marca que resucitó en los años 70 con la estable intención de crear un vehículo prácticamente eterno. Era el Argyll GT, efectuado totalmente en acero inoxidable y con una aceptable ingeniería. Fue un espectacular fracaso. En España no existe ninguno, conque me he debido constituir con otro modelo que, además de esto, sí fue un éxito de ventas (y, indudablemente, entre los causantes de que la calidad se mida con estrellas y de que esta marca figure en nuestro inconsciente como un dechado de calidad, solidez y confiabilidad).

Se habla del Mercedes 300 D con carrocería W 123, que un óptimo amigo me dejó evaluar. En lo personal, lo creo la prueba mucho más visible de que se puede realizar un vehículo prácticamente indestructible. Pertence a los vehículos con mayor número de «sobrevivientes» (esto es, de entidades aún rodando y en buen estado) sobre la faz de la Tierra -si bien el vehículo con mucho más km de todo el mundo es un Volvo P1800-. Se lanzó en 1975 para substituir a la serie W 114-115. Su «chapa» es muy robusta y , si bien sus mecánicas son como rocas, el motor de 5 tubos diésel es la perserverancia encarnada; estoy convencido de que existen muchos orgullosos dueños que han superado el millón de km recorridos con él.

Las tapicerías de MB-Tex eran sencillamente eternos. Éstos de piel sufren más, aún así su estado después de 3 décadas y miles de entradas y salidas es impresionante.

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Como tradicional no llama la atención, exactamente por la gran abundancia de ellos que todavía hay en las rutas. En numerosos países en vías de avance es el mucho más ansiado por su dureza y pues alguno puede repararlo. ¿Dónde se encuentra el truco? Ya que en 2 pilares escenciales:

  • Calidad edificante.
  • Resoluciones fáciles.

Más allá de sus treinta y pico años, uno se aproxima a él sin el respeto que infunden otros tradicionales… Es bien difícil percatarse de que nos encontramos en frente de un caballero que «peina canas», en tanto que si estos Mercedes fueron medianamente mantenidos, su apariencia es inigualable. Las puertas prosiguen ajustando, los cromados relucen como ayer, sus des no desentonan en la actualidad… Nada hace meditar que logre tener prácticamente 4 décadas encima.

La unidad de pruebas es de 1979. Fue importada a España (como prácticamente todos estos automóviles) por un emigrante, por eso su matrícula sea un año posterior. Las gomas que resguardan las esquinas de sus cromadas defensas no se han descolorido, ni puesto grises con el sol. Tampoco las tulipas traseras se han vuelto rosas -a propósito, su diseño «almenado» impide que queden escondes por la nieve o el barro: siempre y en todo momento se ven desde atrás-, ni el tablero de mandos se ha agrietado. Hasta la bandeja posterior prosigue impertérrita bajo esa luneta semi-panorámica. El retrovisor (solo uno era obligación en esos años) es de acero inoxidable y está como el primero de los días, exactamente la misma su espéculo tintado en azul para eludir deslumbramientos.

Llega el instante de abrir la puerta. La manilla está como el primero de los días y tiene un tacto exquisito, por no charlar del particular chasquido que se siente al desbloquear el cierre. La suavidad de la maniobra embelesa y el sonido al cerrar me hace meditar que he subido en un acorazado. El truco es sencillísimo: a los alemanes se les ocurrió meter una espiga cónica al lado del cerrojo, que centra la puerta al unísono que la cierra. El resultado es un ajuste especial.

Esta unidad tiene unos asientos de cuero (material que prosigue maleable desde el instante en que se puso, hace 33 años) a los que los km dejaron la huella del roce de ingresar y salir todos los días -sí, todavía es el «vehículo de períodico» de esta familia-. Mercedes ofrecía 3 tapicerías probables:

  • Paño, con un acabado aterciopelado.
  • MB-Tex, un tejido patentado por Mercedes. Su textura es similar a la del vinilo, pero su acabado micro-perforado provoca que sea prácticamente irrealizable distinguirlo a fácil vista del mejor cuero. Su durabilidad es extrema; he visto taxis con mucho más de 2 millones de km encima y con los asientos en mejor estado que los de ciertos modelos recientes con solamente 5 años. Por el momento no está libre en el catálogo, sospecho que por fundamentos ecológicos, gracias a su «indestructibilidad».
  • Cuero.

Todo marcha como el primero de los días, incluida la radio Becker original. El cuadro de mandos señala 372.000 km, y los he visto con una y 2 vueltas terminadas al marcador. El motor no ha necesitado jamás la substitución de nada que no fueran los fungibles comunes: aceite, correa del alternador, refrigerante, precalentadores de arranque, etcétera. No posee las posibilidades de una mecánica actualizada, pero este 5 tubos es despacio, desplaza el turismo con soltura y «echa menos humos» que algún TDi moderno.

A mi juicio, este automóvil es el ejemplo claro de que sí se puede realizar un vehículo que dure prácticamente toda una vida. Mi pregunta es: ¿mantendrías tu vehículo mucho más de 15 años, si bien funcionase de manera perfecta, o lo cambiarías por uno mucho más moderno, con líneas mucho más sugerentes, interiores mucho más vistosos…? Con esta reflexión deseo que nos demos cuenta de que nosotros provocamos una obsolescencia en las cosas… ¿o no?

La anécdota

Pese a que el W 123 equivaldría a un Clase E, lo cierto es que su longitud es menor que la del Clase C actual.

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El orgulloso dueño de este ejemplar nos comentó que exactamente el mismo día de 1979 que su padre adquirió este Mercedes, se realizó asimismo con un piso en una en el centro calle de La capital española ¡y pagó lo mismo que por el vehículo!

La paradoja de la historia

La mayor contradicción es que los primeros vehículos eran débiles. Por una parte, sus diseños eran muy anticuados, puros ensayos, y muchas de las resoluciones se decidían por el procedimiento «ensayo-fallo». Por otro lado, los aceros no eran buenos, los procesos de temperado y revenido, tal como los tratamientos superficiales, no estaban aún en rema. De a poco, los turismos se fueron fiabilizando: era la primordial obsesión. Fue Cadillac -aproximadamente en 1910- la primera que comenzó a crear las piezas con unas tolerancias muy exactas para asegurar su durabilidad y su intercambiabilidad; nació de esta forma la estandarización. Antes, cada parte se hacía poco menos que a la medida para cada vehículo.

La obsesión por la confiabilidad era un tema esencial por 2 fundamentos:

  1. Los vehículos eran un bien muy único. Proporcionalmente, eran carísimos y solo los mucho más adinerados podían entrar a ellos. En lugar de ese dinero, demandaban calidad y poder «alardear» de vehículo una extendida temporada.
  2. «Quedarse tirado» era una odisea hace varias décadas. No había móvil, las rutas tenían poco tráfico y no era simple localizar a alguien que te echara una mano…

En las décadas de los 70 y 80, la ciencia de los materiales evolucionó mucho, tal como la precisión de las máquinas-herramienta. Se dieron a conocer los primeros tornos y fresas de control numérico computerizadas (CNC). La optimización en la precisión y la calidad de los materiales dio su fruto… pero los ingenieros proseguían sin confiar bastante en los desenlaces, tal es así que seguían con unos «márgenes de seguridad» exagerados. Si tienes ocasión de desarmar un motor diésel de los años 80 y uno de hoy, y comparas el tamaño de las bielas o de los bulones, no tienen relación. Si diseñaban algo que debía perdurar 200.000 km, lo hacían un tanto mucho más fuerte… «por si las moscas«.

Hoy día, con la proliferación de los ordenadores, los especialistas hacen cientos de simulaciones. Saben precisamente la resistencia que va a tener una parte antes de crear la primera. En este momento tienen la posibilidad de confiarse de la vida útil que han planificado… y lo hacen.

Quizá es mucho más simple saber esto en las proyectos públicas (a fin de cuentas, no son piezas que quedan escondes por una estructura de plástico o que están bajo el vehículo). Si ves un puente de roma, observarás que la proporción entre la proporción de material usado y el tamaño de la obra en sí es considerablemente mayor que la de un puente moderno, con unas ligeras columnas, muy separadas entre ellas, y un tablero (la una parte del puente por donde circulan los turismos) muy fino. Los puentes romanos son prácticamente macizos. Como afirmaba Astérix, estaban locos y no tenían un computador que les afirmase que con la décima una parte de las piedras, pero ubicadas estratégicamente, podían realizar el puente. La cuestión es que llevan 2.000 años andando y aguantando un tráfico considerablemente más pesado que los vehículos para los que fueron diseñados.

Una caja de cambios automática como la del personaje principal de este informe tiene una vida útil (si se transporta un preciso cuidado, cambio del ATF, reglaje de válvulas, etcétera) que puede llegar al millón de km. No obstante, es extraño que las cajas de cambio robotizadas recientes superen los 200.000 km sin incidencias graves. Esto es, justo en el momento en que la tecnología deja llevar a cabo los más destacados turismos (en lo que se refiere a durabilidad) de la narración de la raza humana, es en el momento en que mucho más «programada» está su historia útil.

Nota *

Haya es un término que se utiliza de forma coloquial entre los apasionados a los tradicionales y los conductores mucho más veteranos. La mayor parte de los enormes turismos americanos que ingresaban en nuestras fronteras en los años de posguerra eran de emigrantes y también indianos; como varios de ellos tenían un nivel de capacitación  bajo, se afirmaba (como chiste) que, en el momento en que adquirieron el vehículo, le solicitaron al vendedor «deme el turismo mucho más grande que ‘haya’»  en vez del «mucho más grande que haya». De ahí lo de «los haigas».

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4 comentarios en «La obsolescencia programada en los turismos»

  1. Pues la obsolescencia programada en los carros es una verdadera patraña, ¡que duren para siempre! 🚗💪💥

  2. ¡Increíble cómo nos engañan con la obsolescencia programada en los coches! ¿Quién más está cansado de gastar dinero en averías constantes? #EstafaTotal

  3. ¡Vaya, vaya! Parece que los turismos también tienen su propio plan de obsolescencia. ¿Qué nos depara el futuro?

  4. El futuro nos depara muchas sorpresas, amigo. Aunque los turismos puedan tener su plan de obsolescencia, siempre habrá nuevas tecnologías y alternativas para seguir disfrutando de la movilidad. ¡No te preocupes, el mundo del motor nunca deja de evolucionar! #AdiósObsolescencia

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